lunes, 19 de enero de 2015

TREN CORREO MADRID-CARTAGENA CON DESTINO.............................AL INFIERNO.


 El 15 de Julio de 1937, en plena guerra civil española, en Murcia, la guerra vivía sin grandes sobresaltos alejados de las encarnizadas contiendas del momento.
Pero un trágico suceso marcaría a la población murciana de Cieza.
Un hecho que a pesar de la importancia de lo sucedido quedaría en el olvido por el conflicto bélico que se estaba librando, pero que quedó marcado en las retinas para siempre de aquellos que lo vivieron.

Aquella calurosa tarde de verano, partía desde la estación ferroviaria de Cartagena en su regreso el tren correo Madrid-Cartagena, en un intento de evitar los continuos bombardeos nocturnos a trenes llevados a cabo por la aviación enemiga para evitar la llegada de nuevos refuerzos a los campos de batalla y suministros alimenticios.
A la par, otro convoy militar formado por un gran número de camiones cargados con munición, bombas de aviación y material de campaña realizaba paralelamente un itinerario similar por carretera y con el mismo destino, Madrid.
El tren correo, salvo algunas paradas previas continuó su marcha a toda prisa ante la temible aviación enemiga.


Va cayendo la noche y el convoy militar sigue su itinerario también atravesando pueblos con su carga letal sin saber que la muerte ya les acechaba.

Cerca de la media noche, los habitantes de la ciudad descansaban en sus hogares sin saber lo que en breve les deparaba, algunos vecinos fueron testigos de aquel paso de convoyes por Cieza, que asombrados vieron como atravesaban toda la ciudad.
Uno de ellos cuenta su testimonio: “ como  verlos pasar por calle Mesones, y que en un punto, uno de esos camiones a su paso por el convento se detuvo, desviándose entre las calles ciezanas”.
Los militares decidieron parar en busca de una taberna para la compra de una botella de licor y así hacer más llevadero el viaje.
Preguntaron a uno de los transeúntes y a su paso este amable vecino decidió acompañarles a la taberna cercana “ El bar de Isidoro”, en la calle San Sebastián.
Una vez ofrecida la botella de ron por el tabernero, los militares la abandonaron a toda prisa para dar alcance al resto del convoy que continuaba su marcha, incluso sin esperar la vuelta del aquel billete con el que pagaron.


Cargados de munición y bombas pusieron rumbo a toda velocidad por la calle Mesones para proseguir con su ruta, continúan su recorrido pero el conductor en su ansia por alcanzar al resto del convoy se equivoca y toma por el error dirección a “Cuesta de la Villa, este, percatado por el error, da un giro brusco para corregir la dirección, esta vez tan solo unos centímetros les libró de encontrarse con esa mortífera carga y la acera de viviendas que allí había. Un accidente que se habría cobrado la vida de cientos de vecinos que en ese momento descansaban en el interior de sus viviendas.

Al mismo tiempo, en la salida de Cieza, junto al paraje conocido como “El Judío” se encontraba el paso que separaba las vías férreas. El resto del convoy militar cruzó las vías sin problemas y continuó su marcha hasta Madrid, minutos más tarde, Juan Antonio Teñez Salinas, guardabarreras del cruce, se disponía a colocar la segunda de las cadenas que atravesaba la carretera para detener el tráfico rodado dando paso así al tren correo.
De golpe, apareció aquel retrasado camión militar. Cuando finalmente el conductor detuvo su vehículo por frenada al percatarse de la luz roja que portaba el guardabarreras, pero fue a parar sobre las vía del tren, esto hizo que se desencadenase una gran discusión entre los militares y el guardabarreras, el cual se negaba a dejarles pasar hasta que lo hiciese el tren.
Entre gritos e insultos y el ruido del camión olvidaron su posición, un error fatal, el tren correo Madrid-Cartagena apareció de repente y sin margen para reaccionar. Este, chocaba contra el camión a toda velocidad.


El silencio de toda la comarca se vio truncado por ruido de la gran explosión. Una espeluznante choque agravado por la detonación de todas las cargas que importaba aquel camión haciéndolo volar literalmente por los aires y casi desintegrándolo por completo. La locomotora volcada, parte de los vagones fuera de las vías alcanzado por esa metralla, gritos, lamentos y muerte. Una agonía agravada por la noche de aquellos heridos que aparecían conmocionados.
Tal fue la honda expansiva que muchas viviendas cercanas sufrieron rotura de cristales en las ventanas e incluso en la propia Cieza.
Rápidamente vecinos y autoridades se personaron en el lugar del accidente para socorrer a los heridos, muchas incluso de poblaciones cercanas de Albacete y Alicante.
Testigos describieron el lugar como el mismísimo infierno, algo que sin duda quedaría grabado en sus retinas para siembre.
Narrado el testimonio de algunos que socorrieron a los heridos, sobre la angustia del maquinista, atrapado entre los amasijos de hierro pidiendo ayuda quemado por el agua hirviendo de la propia locomotora.

Al amanecer, con los primeros rayos de sol, fue realmente cuando se pudo ver la magnitud del suceso. Restos humanos y del camión esparcidos a varios metros a la redonda del lugar del accidente. Todo quedó arrasado, la caseta del guardabarrera, una escuela próxima y parte de algunas viviendas cercanas.
Un recuento de las víctimas efectuado al amanecer por las autoridades in situ habló de cinco muertos y ciento un heridos, pero que jamás se supo la verdad de la totalidad de muertos y heridos ya que los testigos presenciales del accidente aseguran que el número fue mucho mayor.


Un hecho trágico tan importante y que quedó en el olvido, quizás por la situación que atravesaba el país por la guerra, o quizás, por algún otro motivo oculto.

                                                                                                Fiat Lux.




No hay comentarios:

Publicar un comentario