lunes, 18 de mayo de 2015

EL VUELO 502 DE AVIACO Y LA NUBE QUE PARÓ EL TIEMPO.


El 31 de enero de 1978 el comandante Carlos García Bermúdez se encontraba al frente del vuelo 502 de la compañía española Aviaco que cubría el trayecto entre Valencia y Bilbao.

El día amaneció gris y nublado. Cuando el avión se aproximaba al aeropuerto de Sondika (Bilbao), se toparon de frente con un espeso manto de nubes que dificultaba la visibilidad, más abajo, a unos mil metros de altitud, otra cortina de nubes oculta la pista de aterrizaje por lo que desde la torre de control se les indicó que debían de modificar su plan de vuelo y dirigirse hacia el aeropuerto de Santander, a unos cien kilómetros y con unas condiciones meteorológicas más favorables para el aterrizaje.



El comandante Bermúdez modifico la trayectoria del avión y lo situó a 10.000 metros de altura en dirección hacia Santander, en apenas 15 minutos tomarían tierra en el nuevo destino, sin embargo, en ese momento, algo anormal apareció frente a ellos.

Cuando habían recorrido aproximadamente veinte millas la tripulación pudo observar como una enorme nube se formaba de la nada, era lenticular, compacta, enorme y tan brillante que tanto piloto como copiloto tuvieron que ponerse gafas protectoras para poder ver con normalidad.

Sin poder evitarlo penetraron en el interior de la nube a 22 millas del aeropuerto de Bilbao y, a los pocos instantes, todo el instrumental electrónico pareció volverse loco. Las comunicaciones con tierra se perdieron y los esfuerzos del copiloto y del operador de radio para contactar con los aeropuertos de Bilbao o de Santander fueron en vano. El contador espacial del avión empezó a marcar que estaban al revés o, lo que es lo mismo, que llevaban una trayectoria contraria a la que realmente llevaban. Las seis brújulas electrónicas que llevaba el avión dejaron de funcionar al mismo tiempo y en el horizonte artificial que muestra la horizontalidad del avión, éste aparecía boca abajo. La cabina pierde las comunicaciones con Parayas(aeropuerto de Santander) y Sondika (Bilbao), desde cuyas torres de control se llama insistentemente a la aeronave sin recibir respuesta alguna.
Durante siete minutos, la situación fue más que angustiosa para el comandante Bermúdez y su copiloto que, con más de 11500 horas de experiencia en vuelos comerciales jamás se había visto envuelto en una situación semejante.

Siete minutos después el vuelo 502 sale de la nube, todo volvió de repente a la normalidad, se recupera el radar y las comunicaciones con tierra, todo el instrumental retornó a sus parámetros normales a excepción del cuenta millas, Bermudez repara que el medidor de distancia sorprendentemente marcaba la misma distancia recorrida que en el mismo momento en el que se introdujeron en la nube, como si en aquellos siete minutos el avión no hubiese recorrido ni un solo metro de distancia, como si hubiese permanecido estático en el aire durante esos siete minutos.

El vuelo 502 aterrizó minutos después sin ningún problema en Santander y allí la tripulación dio parte de lo ocurrido. Ya en su destino descubrieron que el último tramo del trayecto, desde Bilbao a Santander había durado 32 minutos, más del doble de lo previsto, en recorrer la escasa distancia entre Bilbao y Santander. Lo que para ellos habían sido siete minutos envueltos en una nube parecen haber resultado 24 para el resto de la humanidad, como si el cielo de Cantabria se los hubiese paralizado durante diecisiete minutos más.

Nunca supieron explicar donde habían estado los quince minutos restantes. El piloto pensó que aquella nube los había tragado en una suerte de grieta espacio-temporal en la que el tiempo se había ralentizado de algún modo inexplicable.
Se estudió el caso y las posibilidades de que hubieron quedado atrapados en algún tipo de carga de electricidad estática, pero cualquier explicación quedó descartada. El caso ha pasado a la historia como una de las anomalías más sorprendentes a las que se han enfrentado pilotos españoles a lo largo de su historia. Tres décadas después, el expediente sigue abierto.



Ninguna lectura ni teoría podía explicar lo sucedido, y menos aún para el experimentado comandante Bermúdez que más adelante se volvería a ver envuelto en otra extraña circunstancia……………..

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