viernes, 7 de noviembre de 2014

SHING DONG-HYUK, UN HOMBRE LIBRE.



El pasado miércoles 5 de noviembre, ojeando el periódico local me tope con una historia que me cautivó solo con leer el titular y para los que no habéis oído hablar de él, amplio información y os la relato: una historia real que nunca pensé que podría estar pasando actualmente y que por desgracia, quienes si pueden hacer algo al respecto miran para otro lado y nos ocultan que la día de hoy el cautiverio, la esclavitud, las torturas y los trabajos forzados existen y al parecer ni la ONU ni Amnistía Internacional parecen hacer nada al respecto.


Shin Dong-Hyuk, el único preso que logró escapar del campo de concentración donde nació, le torturaron y obligaron a ver la ejecución de su familia, ahora recorre el mundo para denunciarlo.

Muestra sus brazos retorcidos por los trabajos forzados, las múltiples cicatrices de sus piernas torturadas, las señales profundas de quemaduras en el estómago, su dedo amputado y un poco de cojera. Y aunque las heridas son profundas, más aún lo son las psíquicas, pues ni una década ya fuera del Campo 14 de concentración, uno de los cinco centros de reclusos de Corea del Norte, le ha ayudado a superar lo que allí padeció.


Fueron construidos por el régimen de Pyongyang y en los que según la inteligencia estadounidense, podría haber hasta 200.000 personas obligadas a realizar trabajos forzados para pagar una supuesta traición al estado.
Un enorme complejo de alta seguridad de más de 50 kilómetros de largo y 20 de ancho donde los reos son explotados sin descanso en minas, granjas y fábricas.
Unas prisiones donde la única sentencia posible es la cadena perpetua.
En estos campos de concentración las reuniones de más de dos reclusos están prohibidas, excepto los ajusticiamientos, que son públicos y los reos están obligados a presenciarlos. Cualquiera que supiese de un plan de escape y no lo pusiera inmediatamente en conocimiento era condenado a muerte. Y es que, el incumplimiento de las normas en el Campo 14 era pagado con la vida.
Nada más ingresar en el ‘campo de la muerte’, los presos eran segregados por sexo. Trabajaban juntos, pero dormían en lugares separados y, según la norma número 8 del código de la cárcel, “ante cualquier contacto físico sin permiso, los culpables serán fusilados de inmediato”. Los rectores de la prisión premiaban "con una pareja" la fidelidad de los reos.
A los menores se les inculcaba que estaban allí para “pagar por los pecados de sus padres” y que el trabajo duro y la obediencia a los vigilantes eran las únicas fórmulas para “borrar la culpa”. Eran feroces competidores en la lucha por la comida y los guardias les educaban para ser chivatos.


SHIN DONG-HYUK
Con 1,67 de altura y 55 kilos, Shin ostenta el título de ser el único preso que ha logrado escapar de uno de estos campos.
Allí nació un 19 de noviembre de 1982, una llegada al mundo que venía con una cadena perpetua incluida. Su única condena, nacer en una familia cuyos miembros habían huido a Corea del Sur durante la guerra. Su padre estaba preso pagando la deserción de sus hermanos en los años 50, pero su buen comportamiento hizo que los guardas lo emparejaran con otra reclusa, con la que formaron de todo menos una familia al uso.
Con la imagen en la retina de la primera tortura a la que asistió con solo 4 años, no es extraño que a los 13 se chivase de que su madre y su hermano planeaban fugarse. Su recompensa por el soplo: asistir en primera fila a la ejecución de los dos con la boca llena de piedras para que no pudiera criticar al estado. Antes tocó una dura tortura para sacarle toda la información posible y una condena de ocho meses metido en un zulo sin ver ni un rayo de luz.
Nada de un mendrugo de pan, su alimento: el sabor de las ratas, cucarachas y saltamontes con los que llenaba a diario su estómago.
Después de presenciar el fusilamiento de madre y su hermano, Shin se convenció de que debía huir.


Amor, piedad y familia eran palabras que no tenían significado para él. No había sido separado de una existencia civilizada para descender al infierno, puesto que ya había nacido y crecido en él.
La lista de atrocidades que vivió se extienden a los largo de toda la obra. Como cuando lo colgaron y le clavaron un garfio caliente en la barriga hasta caer inconsciente de dolor. O cuando le amputaron un dedo porque se le cayó una máquina de coser al suelo.

Lo bueno que sacó de las torturas fue conocer a Park Young Chung, con quien hizo amistad y a quien convenció de la necesidad de tramar un plan para fugarse.

Un día, mientras podaban unos árboles frente al perímetro exterior del campo de concentración, decidieron que era el momento de salir de allí; nadie les vigilaba, el puesto de guardia más cercano estaba a varios centenares de metros y solo una valla electrificada les separaba de la libertad.

Park, valiente, saltó primero. No lo consiguió y quedó atrapado entre los alambres. Una fuerte descarga eléctrica acabó con su vida. Shin, que entonces contaba con 23 años, trepó por el cuerpo de su amigo para saltar al otro lado y corrió sin mirar atrás. 
Shin llegó hasta la frontera con China. Un golpe de suerte le hizo topar con un periodista que, cautivado por su historia le ayudo a alcanzar Seúl en 2007.
Diez años después, se siente libre en Seúl, lo que significa, poder elegir ropa, conducir libremente por la ciudad, celebrar su cumpleaños hoy 32, cosa que no pudo hacer en 26 años y sobre todo, decidir su propio destino.

Desde entonces su vida ha llenado miles de páginas, realiza conferencias, ha viajado a Estados Unidos como principal defensor de los derechos humanos de su país, citado como testigo ante la comisión de investigación de la ONU en Corea del Norte ante la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad.
Ha escrito un libro:”Evasión del Campo 14” (ed. Kailas), best seller internacional traducido a 28 idiomas y ocupa el tercer puesto de los más vendidos en la categoría de biografías.


Pero lo que más desea es pasar página y evolucionar de bestia a ser humano.

                                                                                                                               Fiat Lux.







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