lunes, 13 de octubre de 2014

VLAD TEPES EL AUTÉNTICO DRÁCULA


Pocos personajes habrán alcanzado una tan amplísima fama como este vampiro salido de la imaginación del escritor Bram Stoker. Su sádica personalidad la tomó Bram Stoker como modelo para su obra Drácula, escrita en 1897.
Por las novelas lo asociamos con un vampiro sádico pero refinado y romántico, que regresa de entre las tinieblas en busca de cuellos jóvenes que alimenten su eterno deambular por la noche de los tiempos. Pero el real, Vlad Tepes, fue muy diferente y desde luego nada romántico, pero si que hubo mucha sangre……..

En cuanto a las comparaciones, el auténtico Drácula sería mucho más aterrador que el de ficción y, por desgracia, la presencia de un crucifijo frente al rey de Valaquia, se demostró inútil para poder salvar a ninguna de sus numerosas víctimas.



Vlad Draculea III (1431-1476), príncipe de Valaquia, nació en Transilvania (Rumanía) y luchó contra el expanionismo del imperio Otomano que amenazaba su país y al resto de Europa.


Su traumática infancia fue determinante a la hora de formar su futuro como príncipe. A los 13 años, en 1444, fue entregado a los turcos como rehén junto con su hermano Radu por su padre como muestra de sumisión al Sultán y como garantía. Fue violado por los soldados que estaban para custodiarle, hecho que le marcó de tal forma que cuando fue príncipe utilizó el empalamiento como su método de tortura predilecto y por lo que le granjeó su fama como “Vlad el Empalador”.
Esta técnica de tortura consistía en introducir un palo de aproximadamente 3,50 m de longitud por el recto, fijarlo a la carne con un clavo y después levantarlo para que la víctima muriese lentamente.
Se cree que entre 40.000 y 100.000 personas murieron de esta forma a manos de los verdugos de Vlad durante los siete años de reinado.


Cuando volvió del exilio en 1447 supo que su padre Vlad II, había muerto apaleado y a su hermano Mircea le habían quemado los ojos con un hierro candente antes de enterrarlo aún con vida. Ambos hechos fueron ordenados por el Conde Juan Hunyadi, antiguo aliado de su padre y el rumano Ioan y de Hunedoara y estos a su vez apoyados por los boyardos, la aristocracia local. A todos ellos Vlad les juró odio eterno.

Vlad odiaba, más que cualquier cosa, los robos, las mentiras, el adulterio, y no perdonaba a nadie por su rango; más aún, cuanto más alto era el rango del traidor, más duro era el castigo. Consiguió acabar con los boyardos decadentes de su tiempo.

Una de sus acciones de empalamiento masivo fue en su venganza contra los boyardos, asesinos de su padre y de su hermano mayor. Vlad llevó a cabo esta venganza en la Pascua de 1459, invitando a los boyardos a una gran cena de Pascua y pidiéndoles a éstos que se pusieran sus mejores galas. Cuando terminaron de cenar, Vlad mandó empalar a los más viejos, mientras que a los jóvenes los obligó a ir desde Targoviste hasta un castillo en ruinas que había en un monte cercano al río Arges. Los boyardos fueron a pie y muchos perecieron en el camino, pero los que llegaron aún con vida fueron obligados a construir el castillo de Drácula y, así, sus preciosas ropas de gala quedaron convertidas en harapos, mientras, obligados a construir el castillo, iban muriendo de cansancio y agotamiento a lo largo de los meses ante el deleite del Empalador.
A Vlad le gustaba organizar empalamientos multitudinarios con formas geométricas. La más común era una serie de anillos concéntricos de empalados alrededor de las ciudades a las que iban a atacar. La altitud de la estaca indicaba el rango que la víctima había tenido en vida. Con frecuencia, Vlad los dejaba pudriéndose durante meses. Un ejército turco que pretendía invadir Valaquia se volvió atrás, aterrado, cuando encontró a varios miles de empalados descomponiéndose en lo alto de sus estacas, a ambas orillas del Danubio.
El día de San Bartomoé de 1459, Vlad hizo empalar a la mayoría de los sajones de Brasov, una ciudad transilvana que se había rebelado contra él, ya que habían apoyado al pretendiente Dan II junto con desleales húngaros y rumanos, y a continuación organizó un festín en el centro de los empalados aún aullantes, frente a la tarima donde un verdugo descuartizaba lentamente a los cabecillas de la sublevación y sus familias. La peculiar celebración duró hasta muy entrada la noche, cuando, para iluminarse, Vlad y su ejército prendieron fuego a la ciudad ante los ojos de sus 30.000 agonizantes ciudadanos.

Además del empalamiento, otros métodos de tortura usados por el Príncipe de Valaquia eran: la amputación de miembros, nariz y orejas, la extracción de ojos con ganchos, el estrangulamiento, la hoguera, la castración, el desollamiento, la exposición a los elementos o a fieras salvajes, la parrilla y la lenta destrucción de pechos y genitales, especialmente de las mujeres.

Como por ejemplo, en  cierta ocasión,, se presentaron ante él unos emisarios del Sultán procedentes de Constantinopla que pedían que Valaquia se convirtiese en vasallo y pagara tributos, entre los cuales cada 4 años 500 niños menores de 3 años fueran entregados.
Estos iban ataviados con sus ropas tradicionales, entre ellas el turbante. Al presentarse ante él, Vlad les preguntó por qué no le mostraban respeto descubriéndose la cabeza, y los turcos respondieron que no era costumbre en su país. Vlad, ofendido ante tamaña desfachatez, los devolvió a Constantinopla con los turbantes clavados a los cráneos, para que nunca se los quitasen.


En otra ocasión, un comerciante se presentó en su castillo para denunciar que le habían robado una bolsa de monedas de oro. Vlad le dijo que volviera al día siguiente. Cuando el mercader retornó al día siguiente, los ladrones y todos los miembros de sus familias estaban empalados en el patio del castillo. Frente a ellos, Vlad en su trono y la bolsa robada.
Entonces el Empalador le pidió al comerciante que contara las monedas de la bolsa, para comprobar si faltaba alguna. El aterrorizado extranjero las contó cuidadosamente y musitó finalmente:
-Sobra una.
Vlad le contestó:
-Id con Dios comerciante, tu honradez te ha salvado. Si hubieras intentado quedártela, habría ordenado que tu destino fuera el mismo que el de tus ladrones.

Cuando unas caravanas de comerciantes alemanes en su ruta desde Serbia hasta Hungrçia no pararon en Valaquia a comerciar con Vlad. Éste, al enterarse de la falta de respeto hacia él y su pueblo, mandó capturar las caravanas y asesinar a los 600 comerciantes que las componían exceptuando a dos; a uno de ellos le sacó los ojos y al otro le cortó la lengua y los hizo volver con las cabezas de los comerciantes a Serbia.


También puso en una fuente de la plaza de la capital de Valaquia, una copa de oro para que todo el mundo bebiera en ella, pero aquel que la robara se sometería a la justicia del príncipe. Durante los años de su reinado nadie osó robar la copa de oro.

Vlad tuvo muchas amantes a lo largo de su vida, probablemente debido al hecho de que le duraban muy poco. Un día, una de sus amantes le dijo que estaba embarazada de él. Vlad le envió una matrona para que la examinase y cuando ésta le dijo que no había tal embarazo le rajó literalmente el vientre a su amante, gritando que quería ver el fruto de sus entrañas. Castigó duramente el adulterio y no dudó en empalar a todas aquellas mujeres que fueran acusadas de ello.

Otra de sus acciones fue la muerte al voivoda usurpador Dan. Éste había intentado derrocar a Vlad. Tras su fracaso, y después de ser capturado, Vlad lo mandó ejecutar, no sin obligarlo antes a cavar su propia tumba y asistir a sus propios funerales. Ocurrió en 1460.

Dos monjes fueron al castillo de Vlad. Cuando éste les preguntó qué les parecían los empalamientos, uno de ellos respondió que hacía muy bien en hacerlos pues era una misión divina castigar el crimen, mientras que el otro lo condenó. Uno de los monjes fue empalado y el otro fue recompensado. Según las versiones tradicionales rumana y rusa, premió al honesto y empaló al que lo alabó.

Parece ser que en aquel tiempo y lugar, el ejercicio del terror total era la única manera de mantener a raya a las fuerzas abrumadoramente superiores que, desde uno y otro lado, se disputaban las puertas de Europa y de Asia. Desde esta perspectiva, Vlad Tepeş habría sido simplemente un hombre de su tiempo, con la moral de su tiempo e incluso dotado de un sentido de la justicia y el patriotismo poco usual para una época tan convulsa, quien hizo estrictamente lo necesario para acobardar a los masivos extranjeros y a los desestabilizadores del interior.
Tampoco es de extrañar que Bram Stoker también se inspirara en él para dar forma al mito vampírico, ya que se dice que bebía la sangre de sus víctimas en copas mientras comía delante de los empalados.


Vlad Tepes murió en batalla en diciembre de 1476 cerca de Bucarest. Su cuerpo fue enterrado sin cabeza en el monasterio de Snagov, situado en medio de un lago y a cuya fundación Vlad contribuyó generosamente en vida, por lo que el abad le escondió allí numerosas veces de los turcos. Durante el último siglo, los mojes aún mostraban a los visitantes la lápida funeraria de Drácula, cuya inscripción había sido borrada por orden el máximo jerarca de la iglesia cristiana ortodoxa, Filaret, que le consideró un criminal. Dicha lápida estaba encastrada en el altar de la iglesia, a aún hoy se halla a las puertas de la misma. Los monjes de Snagov aseguran que fue colocada allí para que fuera pisoteada por los asistentes a los oficios, de este modo creían que el alma pecadora del difunto purgaría sus terribles culpas.                   

                                                    Fiat Lux.



                                                                                  

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