viernes, 12 de septiembre de 2014

GUARDIANAS NAZIS: LAS EJECUTORAS DE LOS MAYORES CRÍMENES DE LA HUMANIDAD.

Cuando salían de su trabajo eran mujeres normales, la mayoría llevaba una vida normal, con marido e hijos, eran las típicas mujeres amas de casa, con una vida insignificante desde el punto de vista laboral y más bien mediocres. Hasta que se alistaron en la Liga Alemana de Mujeres.

En ese momento, casi cuatro mil mujeres se convirtieron en el brazo ejecutor de los peores crímenes que ha dado la humanidad.
Los prisioneros preferían morir en la cámara de gas antes que cruzar una sola mirada sádica con cualquiera de ellas. Las encargadas de los campos de concentración; ellas eran Las Guardianas Nazis.



Entre 1936 y 1945 cuatro mil mujeres entraron a formar parte de las Waffen-SS. Su destino era Ravensbrück, un centro de formación, instrucción y educación donde aprendía a golpear, mutilar, asesinar, lanzar perros furiosos contra los prisioneros, destrozar los pechos de las detenidas, a dar latigazos, a impartir dolor extremo y a los famosos pases de revista, donde se obligaban a los reclusos a desnudarse ya a permanecer de pie durante horas. También a participar en experimentos médicos bajo las órdenes del Dr. Mengele, más conocido como el Dr. Muerte donde inoculaban enfermedades a los reclusos para observar su comportamiento. Una vez terminada su instrucción eran enviadas a los múltiples campamentos de concentración y exterminio.

Allí nació el terror nazi y la carnicería sistemática. Pero no era anónima, tras ellas se encontraban nombres y apellidos, como Ilse Koch, “la Bestia de Auschwitz” o Maria Mendel, “la Zorra de Buchenwald”, procedente de una familia católica practicante, que cambió a Dios por el suyo terrenal, el Führer. Entre otras atrocidades, órdenaba extirpar piel humana tatuada para fabricar lámparas de decoración o guantes.


O, Juana Bormann, “La Mujer de los Perros”, que era misionera antes de entrar en el campo de concentración.
Gerda Steihoff abandonó a su marido y a su hijo para iniciar su carrera como asesina en serie.

Sin ellas, el Führer jamás hubiera podido perpetrar un exterminio tan devastador.


No daban explicaciones a nadie, su comportamiento era tan aterrador que sus compañeros, curtidos nazis, le tenían miedo. Su sola presencia infundía pavor. De talante rudo y mirada sádica, vestidas con botas altas negras y portando látigos, fustas y pistolas.
Cuando caminaban por el campamento lo hacían buscando presas a las que torturar.


La brutalidad cotidiana de aquellas guardianas les hizo considerar su cometido como medio necesario para alcanzar el fin último del nazismo, una raza pura de alemanes, por eso nunca se arrepintieron de sus crímenes, porque consideraban que sus actos habían sido realizados a favor de la Nueva Alemania.



Cuando entraron los aliados en los campos de concentración nadie daba crédito a lo que estaba viendo. Y gracias a Eisenhower  que dijo: fotografíen todo lo que estamos viendo porque dentro de unos años lo negarán y dirán que esto nunca ha existido.


Lo más aterrador es que no estaban locas. Después de leer las actas de los juicios, te das cuenta de que ellas tenían la convicción de que no hacían nada malo, sino que todo lo hacían por el bien de la Humanidad. Limpiar el mundo de la lacra semita les hacía sentir invencibles.
Ninguna se arrepintieron de su comportamiento en los campos de concentración, todo lo contrario.

Tras el juicio fueron condenadas. Koch fue sentenciada a cadena perpetua con trabajos forzados, pero terminó ahorcándose en prisión.
Grese fue ahorcada con 22 años y Maria Mendel tres años después.
Bothe pasó diez años en prisión y fue liberada en 1951. Binz falleció en la horca.  El resto fueron liberadas y nunca volvió a saberse nada de ellas.

El 75% de los judíos exterminados en el holocausto fue a manos de estas mujeres.  Pudieron haber elegido para todos una muerte rápida, pero prefirieron humillar, torturar y mutilar antes de matar.

He declinado no escribir con detalle las torturas y el salvajismo extremo que estas asesinas cometían sobre sus víctimas ni poner imágenes hirientes sobre las mismas. Esto es real, y como tal forma parte de la Historia, la cual debemos por menos que nos guste conocerla. Para todos aquellos que estén interesados en profundizar más sobre el tema, les recomiendo este libro:




                                                      Fiat Lux.

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