El
accidente de Palomares tuvo lugar en esa localidad almeriense el 17 de enero de
1966 cuando colisionan un bombardero B-52 de Fuerza Aérea de los Estados Unidos
que transportaba cuatro bombas termonucleares B28 de 1,5 megatones, setenta y
cuatro veces más potentes que las que destruyeron la ciudades japonesas de
Hiroshima y Nagasaki, y un avión cisterna KC-135 con sus depósitos llenos de
queroseno inflamable, unos 110.000 litros de combustible.
En
una delicada maniobra de aproximación, en un error de cálculo, ambos aparatos
colisionaron a 30.000
pies sobre la costa del Mediterráneo mientras realizaban
una operación de repostaje en pleno vuelo.
El
accidente se produjo cuando estos aviones regresaban a su base en Carolina del
Norte desde Turquía. Los dos aviones se desintegraron en el aire y cayeron
envueltos en llamas. Los restos del fuselaje se esparcieron por tierra y por
mar. Siete de los tripulantes resultaron muertos y cuatro lograron saltar en
paracaídas.
Una
de las bombas cayó en el lecho del río Almanzora, dos en mitad del casco urbano
y una cuarta se precipitó al mar, su búsqueda se convirtió en una cuestión de
Estado.
Dos
de ellas quedaron intactas, una en tierra y otra en el mar. De las dos bombas
restantes que cayeron cerca del pueblo explotó el detonante convencional que
portaban para conseguir la primera reacción nuclear. Estas explosiones
esparcieron unos 20
kilogramos de plutonio altamente radiactivo por los
alrededores. Los tripulantes que lograron salvar la vida fueron rescatados se
mostraron sorprendidos de que las bombas no hubiesen estallado. Tan pronto como
se conoció el accidente, se formó un equipo militar de emergencia, que voló de
Estados Unidos a España.
Este
fue uno de los accidentes más graves de la historia y a la vez el más
desconocido de todos.
Silencio
y censura fueron las repuestas del gobierno a la población.
A
la prensa no se le hizo mención alguna a las armas nucleares que llevaba el
avión. Los campesinos de Palomares no estaban al tanto de los peligros que les
acechaba. Pero con la llegada del ejército de emergencia y el cordón de
seguridad sin precedentes hizo que los periodistas empezaran a atar cabos de
que esas bombas estaban esparcidas por los campos de España.
Vecinos
y curiosos se acercaron a ver el artefacto e incluso niños jugaron con la pasta
del interior de la bomba.
En
un desembarco sin precedentes 2.200 marines, 130 submarinistas, 34 buques de
guerra, 5 minisubmarinos y 75 científicos con la última tecnología ultrasecreta
tomaron tierra en aquel inhóspito lugar.
Los
vecinos asombrados vieron como se levantaba una urbe improvisada a la que se
llamó “Campamento Wilson”.
Se
montó una pequeña ciudad compuesta por tiendas de campaña fue levantada a
orillas del mediterráneo de la noche a la mañana.
De
este campamento partieron más de 5.000 barriles con material contaminado hacia
algún punto del Atlántico que aún no se ha desvelado.
Provistos
de trajes y material químico de desinfección, los soldados apenas hablaron
sobre el incidente con los vecinos de palomares. Su único objetivo era
descontaminar el área afectada y encontrar la bomba perdida en el mar.
Durante
varios días se retiraron 1.400 toneladas de tierra de cultivo y tomateras
contaminadas. Miembros de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos se presentaron
en las cercanías del pueblo equipados con trajes NBQ.
El
Gobierno español de entonces no suministró protección de ninguna clase a los
guardias civiles que participaron en la limpieza de la zona contaminada,
protección que sí llevaba el personal estadounidense.
Se
calcula que el 15% del plutonio que contenían las bombas, unos 3 kg , se volatizó y fue
irrecuperable, por lo que permaneció esparcido en las inmediaciones del término
municipal de Palomares, que aún ostenta el funesto honor de ser una de las
áreas con mayor contaminación por radiactividad de Europa.
Pero
lo único que inquietaba a la población era saber si la caída de las bombas,
especialmente la que aún se encontraba bajo el mar había contaminado las aguas
almerienses.
Para
ello, el 8 de marzo el embajador de Estados Unidos y nuestro ministro de
Información y Turismos, Manuel Fraga, se zambulleron en la playa en su famoso
baño para demostrar que no había ningún riesgo para la salud. Esta se convirtió
en la imagen del suceso.
Aunque
siempre corrió el rumor por la zona de que Manuel Fraga no se baño en la playa
de Quitapellejos como las imágenes indican. Los rumores dicen que corresponden
a la playa de Mojácar, cuando ese mismo año inauguró el Parador de Turismo.
Finalmente,
tras 80 días de búsqueda, los equipos de rescate hicieron caso a Francisco Simó
Orts, un pescador de Águilas que el día de autos presenció el siniestro e
indicó el lugar exacto. La bomba fue localizada por el minisubmarino a 869 metros de
profundidad y a 5 millas
de la costa almeriense.
A
partir de ese momento el marinero se convirtió en un héroe y pasó a ser conocido
como “Paco el de la bomba”, y es que, aunque todo el mundo recuerda la célebre
foto de Fraga, Paco fue el auténtico protagonista, un humilde pescador que guió
a la gran potencia norteamericana a su objetivo y que cuando todo pasó siguió
faenando con su pequeño barco por una aguas que nunca volverían a ser las
mismas.
No
se realizaron estudios epidemiológicos sobre las enfermedades asociadas a la
radiactividad y a la toxicidad química del plutonio, ni a nivel local ni entre
los guardias civiles que participaron en la limpieza.
Ni
la dictadura, ni los gobiernos democráticos habidos desde 1978, hicieron nada
para esclarecer los hechos del gravísimo accidente nuclear de Palomares, a
pesar de que, aproximadamente, el 29% de la población presentaba trazas de
plutonio radiactivo en su organismo.
Desde
entonces muchos vecinos aún siguen sometiéndose a pruebas y diversos análisis.
Por la zona aún se encuentran esparcidos numerosos medidores de radiación aún
en funcionamiento y también análisis medioambientales.
Según
las autoridades, bañarse hoy en palomares no entraña ningún riesgo.
Pero
curiosamente en Quitapellejos nadie se puede bañar. Lo indica un cartel de la Junta de Andalucía.
Esta
operación “Flecha Rota” será de después de la de Vietnam la más cara de Estados
Unidos hasta ese momento. Aunque a
diferencia de esta, ocurrió a espaldas del mundo, envuelta en un silencio que
aún perdura.
(Dedicado a Juan Martinez Garcia)
Fiat Lux.
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