En la Iliada
de Homero, el Tártaro es el lugar
subterráneo más profundo de la
Tierra , situado en el fondo de los Infiernos, separado por
una superficie terrestre de una distancia igual a la que existe entre el Cielo
y la Tierra. Se
traba de un abismo insondable y oscuro. Fue allí donde Cronos arrojó a sus
propios hijos, y donde luego estuvieron los Titanes y los Gigantes vencidos por
Zeus, y posteriormente, todas las divinidades que infringieron las leyes
olímpicas.
El
Tártaro es el fondo de todas las cosas, más allá de él no existe nada. Con el
tiempo fue más conocido el Infierno.
Cuando al difunto se le separada del mundo de los vivos, era conducido por una barca en un
viaje a través del río Aqueronte, un
brazo de la laguna Estígia y que se
comunica con los infiernos. Dicen
los antiguos, que este río aumentó su caudal con las lágrimas de las malas
personas arrepentidas por el mal que habían causado. El río Aqueronte fluye por
el Epiro, y su recorrido se pierde
por una profunda falla.
Para
ello, antes del descenso al Tártaro los parientes depositaban una moneda debajo
de la lengua del difunto. Los espíritus que no llevaban monedas no podían pagar
al avaro Caronte, con lo cual permanecían eternamente vagando por la orilla.
Al
cruzar el río en la barca, el viejo barquero llegaba a la puerta del Tártaro
custodiada por Cerbero, un perro de
tres cabezas que dejaba pasar a todos, pero no dejaba salir a nadie.
Allí
se encontraba el dios Hades, que al
dividirse el universo entre partes, él se convirtió en el soberano del mundo
subterráneo. En una parte del reino
de las sombras tenía su palacio, al que nadie, salvo su esposa Perséfone y él tenían acceso. Estaba cerca del Erebo, el lugar más sombrío e inaccesible de los Infiernos.
Hades,
era un dios temido pero justiciero, que se sentaba en las profundidades del
Tártaro con un cetro en las manos con el que gobernaba sin piedad las almas de
los muertos que poblaban su reino. Hades poseía el casco de la invisibilidad, regalo de los Cíclopes
y el bien que más preciaba. En alguna ocasión, se los prestaba a los héroes
legendarios a los que decidía otorgar ayuda y protección. Todas las riquezas y
tesoros que se encuentran ocultos bajo la Tierra le pertenecen, pero no tiene ninguna
propiedad sobre la Tierra.
Una
vez traspasado el umbral, había una gran sala donde los recién llegados eran
juzgados según sus méritos o faltas, se determinaba si descendían a la
oscuridad del Tártaro o a una vida feliz en los Campos Elíseos.
Los
actos de sus almas eran pesados en una balanza por la diosa Justicia.
A
medida que se van dando los veredictos, las almas, conducidas por las Furias, tres hermanas con forma de
serpiente, reciben instrucciones de tomar uno de estos tres caminos: el de los Gamonales,
que es la primera región del Tártaro, donde las almas vagan sin rumbo entre la
multitud que se agitan como murciélagos, y es el
sitio donde van los que no son virtuosos pero tampoco malvados.
El segundo, es
el que conduce al campo de los castigos
del Tártaro, un lugar con lamentables vista y escalofriantes sonidos, allí van los que sí son malvados, y al
tercero, van los virtuosos, al Elíseo, donde
nunca hace mal tiempo y siempre es primavera.
El
Elíseo está gobernado por Cronos, y se
encuentra cerca de los dominios de Hades, pero no forma parte de ellos. Esta es
una región alegre, donde no hace frío ni calor, y la música y los juegos no
cesan jamás. Cerca de allí, se encuentra la isla de los Bienaventurados, reservada para aquellos quienes han nacido tres
veces y tres veces han merecido el Elíseo.
Fiat Lux.
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