Cuando salían de su
trabajo eran mujeres normales, la mayoría llevaba una vida normal, con marido e
hijos, eran las típicas mujeres amas de casa, con una vida insignificante desde
el punto de vista laboral y más bien mediocres. Hasta que se alistaron en la Liga Alemana de Mujeres.
En ese momento, casi
cuatro mil mujeres se convirtieron en el brazo ejecutor de los peores crímenes
que ha dado la humanidad.
Los prisioneros
preferían morir en la cámara de gas antes que cruzar una sola mirada sádica con
cualquiera de ellas. Las encargadas de los campos de concentración; ellas eran Las Guardianas Nazis.
Entre
1936 y 1945 cuatro mil mujeres entraron a formar parte de las Waffen-SS. Su
destino era Ravensbrück, un centro de formación, instrucción y educación donde
aprendía a golpear, mutilar, asesinar, lanzar perros furiosos contra los
prisioneros, destrozar los pechos de las detenidas, a dar latigazos, a impartir
dolor extremo y a los famosos pases de revista, donde se obligaban a los
reclusos a desnudarse ya a permanecer de pie durante horas. También a
participar en experimentos médicos bajo las órdenes del Dr. Mengele, más
conocido como el Dr. Muerte donde inoculaban enfermedades a los reclusos para
observar su comportamiento. Una vez terminada su instrucción eran enviadas a
los múltiples campamentos de concentración y exterminio.
Allí
nació el terror nazi y la carnicería sistemática. Pero no era anónima, tras
ellas se encontraban nombres y apellidos, como Ilse Koch, “la Bestia de Auschwitz” o Maria
Mendel, “la Zorra
de Buchenwald”, procedente de una familia católica practicante, que cambió a
Dios por el suyo terrenal, el Führer. Entre otras atrocidades, órdenaba
extirpar piel humana tatuada para fabricar lámparas de decoración o guantes.
O,
Juana Bormann, “La Mujer
de los Perros”, que era misionera antes de entrar en el campo de concentración.
Gerda
Steihoff abandonó a su marido y a su hijo para iniciar su carrera como asesina
en serie.
Sin
ellas, el Führer jamás hubiera podido perpetrar un exterminio tan
devastador.
No
daban explicaciones a nadie, su comportamiento era tan aterrador que sus
compañeros, curtidos nazis, le tenían miedo. Su sola presencia infundía pavor.
De talante rudo y mirada sádica, vestidas con botas altas negras y portando
látigos, fustas y pistolas.
Cuando
caminaban por el campamento lo hacían buscando presas a las que torturar.
La
brutalidad cotidiana de aquellas guardianas les hizo considerar su cometido
como medio necesario para alcanzar el fin último del nazismo, una raza pura de
alemanes, por eso nunca se arrepintieron de sus crímenes, porque consideraban
que sus actos habían sido realizados a favor de la Nueva Alemania.
Cuando
entraron los aliados en los campos de concentración nadie daba crédito a lo que
estaba viendo. Y gracias a Eisenhower que
dijo: fotografíen todo lo que estamos viendo porque dentro de unos años lo negarán y dirán que esto nunca ha existido.
Lo
más aterrador es que no estaban locas. Después de leer las actas de los
juicios, te das cuenta de que ellas tenían la convicción de que no hacían nada
malo, sino que todo lo hacían por el bien de la Humanidad. Limpiar
el mundo de la lacra semita les hacía sentir invencibles.
Ninguna
se arrepintieron de su comportamiento en los campos de concentración, todo lo
contrario.
Tras
el juicio fueron condenadas. Koch fue sentenciada a cadena perpetua con trabajos
forzados, pero terminó ahorcándose en prisión.
Grese
fue ahorcada con 22 años y Maria Mendel tres años después.
Bothe
pasó diez años en prisión y fue liberada en 1951. Binz falleció en la horca. El resto fueron liberadas y nunca volvió a
saberse nada de ellas.
El
75% de los judíos exterminados en el holocausto fue a manos de estas mujeres. Pudieron haber elegido para todos una muerte rápida,
pero prefirieron humillar, torturar y mutilar antes de matar.
He
declinado no escribir con detalle las torturas y el salvajismo extremo que estas asesinas cometían sobre sus víctimas ni poner imágenes hirientes sobre las
mismas. Esto es real, y como tal forma parte de la Historia , la cual debemos
por menos que nos guste conocerla. Para todos aquellos que estén interesados en
profundizar más sobre el tema, les recomiendo este libro:
Fiat Lux.
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