lunes, 9 de marzo de 2015

PROCESO A LOS TEMPLARIOS

La Orden del Temple u Orden de los Pobres Caballeros de Cristo fue fundada en el año 1118 por nueve caballeros franceses tras la primera cruzada con la intención de proteger a los peregrinos que se encaminasen a Tierra Santa. Una vez aprobada por el papado en 1129, dichos caballeros recorrieron Europa buscando fondos y gente que se uniese a su causa. Hacia el año 1170 los caballeros templarios se extendían por toda Europa, ostentando un gran poder militar, económico y político, ya que gracias a sus leyes especiales solamente debían obediencia al Papa.
Su influencia se acrecentó. Inocencio II dictó una bula papal por la que se les concedía un poder ilimitado y se les declaraba una ley en sí misma, un ejército autónomo independiente de cualquier influencia de reyes. Fueron los predecesores de la banca moderna, concediendo incluso créditos, lo que incrementó su influencia.
Hacia el año 1220 la Orden del Temple se había convertido en la organización más grande de Europa con más de 30.000 caballeros, 9.000 encomiendas (territorios que funcionaban como un señorío feudal), más de 50 castillos y fortalezas e incluso su propia flota de barcos. Los templarios establecieron rutas de comercio desde Inglaterra hasta Jerusalén y crearon casas de comercio que funcionaban como antecesores de los actuales bancos. También comerciaban con reliquias de Tierra Santa como el óleo del milagro de Saidnaya o trozos del Lignum Crucis (la Santa Cruz que decían haber descubierto).


A nivel militar sus monjes guerreros eran admirados como uno de los cuerpos mejor entrenados y hábiles en la batalla. Participaron en todas las cruzadas por Tierra Santa, hasta que fueron expulsados en la séptima. Tras esa derrota, compraron la isla de Chipre donde la mayoría se retiraron .



El rey de Francia Felipe IV convenció al Papa Clemente V para abrir un proceso contra los Templarios. Las causas de este interés del monarca fueron las deudas que mantenía con esta orden, y de apropiarse de los suculentos bienes de los caballeros templarios, ya que la Corona estaba en bancarrota y  profundamente endeudada con los Templarios, con lo que su disolución acabaría con sus problemas económicos, además de incautar las propiedades de éstos.

Por otro lado, Felipe IV tenía en mente un Estado centralizado autoritario y no podía soportar la existencia de otro Estado dentro del suyo, ya que la Orden del Temple era una unidad independiente de la monarquía.
Felipe IV se encargó personalmente de dirigir un proceso implacable de propaganda contra los templarios. El monarca tampoco dudó en utilizar a hermanos predicadores para convencer a la población parisina de lo bien fundado de dichas acusaciones, ni en escribir varias cartas para conseguir que los gobiernas extranjeros detuviesen a tos templarios en sus propios Estados. 

Los mensajeros del rey francés Felipe el Hermoso, llevan cartas selladas y bajo secreto  instando a todos los reinos cristianos a detener, el mismo día y a la misma hora a todos lo miembros del Temple que se encuentren en sus territorios el viernes 13 de octubre de 1307. El Papa Clemente V no hizo nada para no contrariar al rey francés.

En Francia, los templarios permanecerían aislados en calabozos y cualquier intento de defensa era obstaculizada de manera sistemática. Los hermanos se declararían culpables de al menos 127 cargos.
De esta manera, los templarios, acusados de múltiples delitos (sodomía, blasfemia, simonía…),  comenzaron a ser perseguidos, torturados y  asesinados. Sin embargo, para extinguir completamente la Orden había que acabar con uno de sus mayores símbolos: su maestre. 
En aquel caso, este aciago destino tuvo que afrontarlo Jacques Bernard de Molay, el viejo maestre fue apresado. 

Así empezó un largo proceso que duró más de siete años y en el que no faltaron innumerables torturas. En un primer momento, Jacques de Molay aceptó los delitos de los que se le acusaba, pero posteriormente se retractó, condenándose a sí mismo. 
Mientras el gran maestre permanecía preso, la Orden del Temple estaba prácticamente disuelta. Los templarios habían decidido cumplir las órdenes de Felipe IV y no osaron rebelarse; algunos se exiliaron, otros se recluyeron en monasterios.  El monarca francés veía sus deseos cumplidos, solo le quedaba un pequeño problema por resolver: el destino de Jacques de Molay. En un principio, el maestre sería condenado a cadena perpetua, pero tras retractarse por última vez de sus delitos, el rey le condenó a la hoguera.
Se les acusó de sacrilegio a la cruz, herejía, sodomía y adoración a Baphomet, un ídolo pagano, basándose en los ritos secretos que practicaban en sus ceremonias de iniciación. 

Jacques de Molay, junto a varios importantes caballeros de la orden, fue llevado a los pies de Nôtre-Dame para que, delante de todo el pueblo, admitiera los crímenes de la orden y pidiese perdón. El gran maestre recobró el valor suficiente para negar aquellas acusaciones y maldecir a los causantes de aquella injusticia con estas palabras:

« "Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir. Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!... A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año..."»

El gran maestre fue quemado en una hoguera  junto a algunos de sus caballeros. La orden fue perseguida por toda Europa hasta su total disolución (sólo en Francia 54 de ellos murieron en la hoguera y cientos de ellos fueron condenados a la cárcel de por vida) pero las palabras de Jacques de Molay encontraron cumplimiento con la muerte del rey de Francia y el papa Clemente en los plazos que el gran maestre había dado.
La historia de los templarios sigue envuelta en el misterio. Se dice que muchos de sus conocimientos secretos fueron adoptados por órdenes masónicas o que algunos de ellos sobrevivieron ocultos o emigraron al nuevo mundo.
Sus grandes riquezas nunca fueron encontradas. Se cree que pudieron ocultarse en castillos del sur de Europa, sobre todo en Francia. Hay leyendas que les relacionan con los cátaros ya que el primer gran maestre de la orden, Bertrand de Blanchefort, pertenecía a la región de Occitania. Sea como fuere el secreto de sus conocimientos herméticos y sus incalculables tesoros se perdió para siempre y forma parte de la leyenda.


El famoso «viernes y 13» que pasaría a ser símbolo de días aciagos tuvo lugar el 13 de octubre del 1307 con un golpe de mano que incluyó el arresto simultáneo de los principales caballeros.
La reconstrucción y farsa de este proceso vio la luz el 25 de octubre de 2.001 cuando las acta del archivo fueron descubiertas por error por la investigadora Bárbara Frale en el Archivo Secreto Vaticano.
El volumen «Processus contra Templarios» incorpora documentos originales que han sobrevivido 700 años, un período de tiempo que muy pocos archivos en el mundo sueñan siquiera alcanzar.


El manuscrito perdido en el siglo XVII y que ahora se hará público en una cuidadosa edición de sólo 799 ejemplares, es el llamado «papel de Chinon» por haber sido escrito en Chinon, diócesis de Tours, los días 17 al 20 de agosto de 1308. Se trata de un pergamino de grandes dimensiones redactado por los tres legados del Papa que formaban la comisión investigadora especial sobre los Templarios: los cardenales Berenguer Fredol, Etienne de Suisy y Landolfo Brancacci

La historia no perdona, y la publicación de las actas del proceso volverá a mostrar la injusticia cometida por el monarca aprovechando la debilidad de un papa francés, Clemente V.

                                                                                                       Fiat Lux.

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