Este misterio nos traslada a la época en que los primeros misioneros españoles en América deciden conquistar para la fe cristiana territorios que hoy corresponden a Nuevo México, Arizona y Texas.
En 1598 (hace ya más de 400 años), llegaron las primeras avanzadillas de españoles a esas remotas regiones.
Una de esas expediciones, encabezada por un monje franciscano llamado fray Esteban de Perea, se encontró con algo que no esperaba: diversas tribus de indios asentadas a lo largo del Río Grande conocían ya las “verdades de la fe” sin haber visto nunca antes a un europeo. Según ellos, una extraña mujer refulgente, a la que vieron descender de los cielos y a quien llamaron la “Dama Azul”, les instruyó no sólo sobre la existencia de Jesucristo, sino que les previno de la inminente llegada de hombres blancos a sus territorios.
El resultado de aquellas apariciones se refleja claramente en los libros de historia: en un tiempo récord, los franciscanos bautizaron a 80.000 indios en aquella región, mientras que en el resto de los territorios indios del suroeste de los actuales Estados Unidos no visitados por la “Dama Azul”, esas cifras se redujeron a la mínima expresión.
Una monja del siglo XVII que disfrutaba del don de la bilocación -esto es, la capacidad de estar en dos lugares a la vez-, que la Santa Inquisición identificó en 1630 con la “Dama Azul” que vieron los indios de Nuevo México.
Si, como dicen los documentos inquisitoriales del Tribunal de Logroño, sor María Jesús de Ágreda viajó en más de quinientas ocasiones a Nuevo México, Texas y Arizona entre 1620 y 1623, esta mujer debió recorrer los 11.000 kilómetros que separan el Río Grande de su convento en Soria en ocasiones hasta dos veces diarias. ¿Cómo venció esa distancia, dejándose ver a tribus indias como los jumanos o los hopi, sin acusar en su cuerpo los agotadores signos de un viaje de esas características?
En efecto. Sor María Jesús de Ágreda (1602-1665) fue sólo una de las muchas religiosas de clausura de las que se dijo que fueron capaces de desdoblarse y visitar lugares lejanos para evangelizar. Sor Luisa de la Ascensión -más conocida como la “monja de Carrión”- o Santa Rosa de Lima fueron contemporáneas de la monja de Ágreda que también “volaron” más allá de los muros de sus conventos.
De mi último libro leído, La Dama Azul de Javier Sierra.
Fiat Lux.
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